

¿Se puede superar la ansiedad y la depresión?
La ansiedad y la depresión son dos males que aquejan a gran parte de la población actual, sobre todo en esta época de crisis que causa estrés e incertidumbre. Se dice que los más propensos, pero no los únicos. A sufrir de ellas son los jóvenes. Por todos los retos que presenta el mundo moderno y llegar a sentir que no son lo suficientemente buenos para enfrentarlo.
Pero, en realidad, cualquier persona, a cualquier edad podría llevar a padecer episodios de ansiedad y depresión, incluso sin darse cuenta. Porque no todos presentan los mismos síntomas ni les afecta al mismo nivel.
En el mundo no todo es alegría, sentimiento básico que determina la felicidad, que se enfrenta todos los días a la tristeza. Ligada directamente a la depresión.
La depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a más de 300 millones de personas. La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana. Puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave. Y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800 000 personas. Y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.
Lo primero que debe quedar completamente claro, es que esto es una opinión. Una reflexión hecha a partir de charlas con personas que han padecido esto y con especialistas en la materia. Pero que por ningún motivo se trata de establecer una verdad absoluta acerca de qué es y cómo tratar la depresión y la ansiedad. Porque es un tema muy complejo como para llegar a una conclusión tan rápida.
La depresión y la ansiedad
La depresión y la ansiedad podrían ser consideradas como dos caras de una misma moneda. Mientras la depresión es tratar de llevar todo al mínimo y al silencio absoluto, la ansiedad te lleva a subir al máximo el volumen de tus pensamientos. Tanto, que al final solo eres capaz de escuchar ruido sin ser capaz de entender lo que se dice.
Así, mientras un depresivo puede querer hacer lo mínimo posible: puede no querer salir, no querer comer, no querer hablar con nadie. Ni asistir a la escuela o al trabajo. Ni siquiera se preocupe por su salud y su bienestar y deje de bañarse y de tomar agua. La depresión puede ser tan intensa que te puede llevar a pasar días enteros en cama sin tener fuerzas para levantarte de ahí.
Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en muchos países) no recibe esos tratamientos. Entre los obstáculos a una atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario. Además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Otra barrera para la atención eficaz es la evaluación errónea. En países de todo tipo de ingresos, las personas con depresión a menudo no son correctamente diagnosticadas. Mientras que otras que en realidad no la padecen son a menudo diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos.
Con representación definida en el cerebro, estas sensaciones individuales, se activan en forma consciente e inconsciente para ser parte de los grandes componentes de la personalidad. Pero, si la explicación de nuestros actos. Individualmente no están plenamente entendidos, los de la población mundial lo son mucho menos, más cuando llegamos al misterio de la muerte.
La depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, traumatismos psicológicos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente, la propia depresión.
Por otro lado, la ansiedad mantiene a tu cerebro activo todo el tiempo, o a todo tu cuerpo, se puede encontrar a una persona ansiosa haciendo de todo a la vez. Puede parecer alguien muy productivo, pero por dentro seguramente los pensamientos de frustración serán tan intensos que simplemente no le van a permitir frenar para descansar en ningún momento.
Está demostrado que los programas de prevención reducen la depresión. Entre las estrategias comunitarias eficaces para prevenirla se encuentran los programas escolares para promover un modelo de pensamiento positivo entre los niños y adolescentes. Las intervenciones dirigidas a los padres de niños con problemas de conducta pueden reducir los síntomas depresivos de los padres y mejorar los resultados de sus hijos. Los programas de ejercicio para las personas mayores también pueden ser eficaces para prevenir la depresión.
Existen dos teorías que han tomado mucha fuerza últimamente, las dos muestran estas enfermedades desde un punto de vista totalmente diferente y es importante conocer ambas para poder tener un panorama más completo de la situación.
Hay tratamientos eficaces contra la ansiedad y la depresión
Podemos encontrar diversos tratamientos eficaces para la depresión moderada y grave. Los profesionales sanitarios pueden ofrecer tratamientos psicológicos, como la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal, o medicamentos antidepresivos. Como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los antidepresivos tricíclicos. Los profesionales sanitarios deben tener presentes los posibles efectos adversos de los antidepresivos. Las posibilidades de llevar a cabo uno u otro tipo de intervención y las preferencias individuales. Entre los diferentes tratamientos psicológicos a tener en cuenta se encuentran los tratamientos psicológicos cara a cara, individuales o en grupo, dispensados por profesionales o por terapeutas legos supervisados.
La primera postura marca que la ansiedad y la depresión son enfermedades psiquiátricas, desajustes químicos en la mente de las personas que las padecen y deben ser tratadas forzosamente con medicamentos (recetados siempre por un profesional).
La segunda postura afirma que la depresión y la ansiedad son una elección personal, basadas en elecciones que hemos hecho en el tiempo. Son actividades que se inician en un momento específico y que después se convierten en un hábito.
Si lo vemos como un desajuste químico, es probable que la razón que detona estos males sea un evento específico. Una ruptura amorosa, una enfermedad, estrés laboral o en la vida diaria, condiciones genéticas, problemas familiares, etc.
Todo eso tiene una similitud: El origen está dado por razones fuera de nuestro control y que no podemos solucionar por nuestra cuenta. Todo se debe a circunstancias que no podían evitarse y de las que no podíamos medir las consecuencias.
Sin embargo, la segunda opción apela a otro tipo de orígenes como: una mala alimentación, no hacer ejercicio, tener relaciones de codependencia. Realizar actos de victimización o de autocastigo. En resumen, el origen son las malas decisiones que nos terminan causando daño.
Estos orígenes, al contrario de los que se muestran en la primera postura, sí se pueden controlar, y se pueden cambiar para dejar de llevar a cabo esos actos que nos mantienen en ese estado de desequilibrio.
¿Por qué podría ser mejor ver las cosas con el segundo enfoque aunque sepamos que no se trata de una verdad absoluta?
Es simple, si nos concentramos en las opciones que nos muestra el primer patrón. Es probable que lleguemos a un punto en el que nos demos cuenta de que no hay nada que podamos hacer. Que no tenemos el control de nuestras vidas y que todo lo malo que nos pasa es prácticamente fruto de una maldición que tuvimos la mala suerte de que nos tocara.
En cambio, si lo vemos como un fruto de nuestras decisiones, entonces sabemos que podemos retomar el control de nuestra vida. Y hacer algo para cambiar el panorama tan desalentador en el que nos encontramos.
Esto no significa que de un día para otro vamos a mejorar de manera mágica si nos damos cuenta de que nosotros tenemos el control para hacerlo, de todas formas se necesita mucha constancia. Mucho apoyo y mucha fortaleza para salir adelante. Porque eliminar un hábito es difícil y cansado. Pero si empezamos a hacer cosas positivas en nuestra vida y a preocuparnos por nosotros mismos los cambios serán gradualmente notorios.
Por eso, aunque no estemos totalmente convencidos de la acción del segundo planteamiento. Siempre es mejor tener la oportunidad de actuar por nosotros mismos para nuestro bienestar y no dejar todo en manos de las pastillas o las meditaciones.
Esto no quiere decir que este camino lo podemos tomar solos, al contrario, lo primero que hay que hacer cuando te percibes o percibes a alguien cercano en una situación de ansiedad o depresión. Es pedir ayuda de un profesional.
Puede ser de un psiquiatra, de un psicoanalista, un psicólogo, un coach, un sacerdote, un pastor, un consejero… Cualquier persona capacitada y en la que puedas confiar para que ayude a dar seguimiento al caso y pueda controlar las recaídas y brindar consejos y apoyo cuando sea necesario.
Por eso, si decidimos tomar ver a la ansiedad y la depresión a partir del segundo enfoque, podremos empezar a tomar acciones concretas que nos lleven a mejorar la situación en la que nos encontremos actualmente.
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