

Muchas personas experimentan ansiedad en algún momento de su vida.
La ansiedad es una respuesta bastante normal a eventos estresantes de la vida como mudarse, cambiar de trabajo o tener problemas financieros.
Sin embargo, cuando los síntomas de ansiedad se vuelven más significativos que los eventos que los desencadenaron y comienzan a interferir con tu vida, podrían ser señales de un trastorno de ansiedad.
Los trastornos de ansiedad pueden llegar a ser debilitantes, pero es posible controlarlos con la ayuda adecuada de una psicóloga. Reconocer los síntomas es el primer paso.
Aquí te presentamos 11 síntomas comunes de un trastorno de ansiedad, y cómo reducir la ansiedad de forma natural y cuándo buscar ayuda profesional.
Preocupación excesiva
Uno de los síntomas más comunes de un trastorno de ansiedad es la preocupación excesiva.
La preocupación asociada con los trastornos de ansiedad es desproporcionada respecto a los eventos que la desencadenan y suele ocurrir como respuesta a situaciones normales y cotidianas.
Para ser considerada una señal de trastorno de ansiedad generalizada, la preocupación debe estar presente la mayoría de los días por al menos seis meses y ser difícil de controlar.
La preocupación también debe ser grave e intrusiva, afectando la habilidad de concentrarse y realizar las tareas diarias.
Las personas menores de 65 años tienen mayor riesgo de desarrollar el trastorno de ansiedad generalizada, especialmente los solteros, con un nivel socioeconómico más bajo y con muchos factores estresantes en su vida.
La preocupación excesiva por las cosas cotidianas es una característica distintiva del trastorno de ansiedad generalizada, especialmente si es lo suficientemente grave como para interferir con la vida diaria y se presenta casi a diario durante al menos seis meses.
Sentimientos de agitación
Cuando alguien se siente ansioso, parte de su sistema nervioso simpático se potencia.
Esto desencadena una serie de efectos en todo el cuerpo, como un pulso acelerado, palmas sudorosas, manos temblorosas y boca seca.
Estos síntomas ocurren porque el cerebro cree que ha percibido un peligro y comienza a preparar el cuerpo para reaccionar ante la amenaza.
El cuerpo desvía la sangre del sistema digestivo hacia los músculos en caso de que se necesite correr o pelear. También aumenta el ritmo cardíaco y agudiza los sentidos.
Si bien estos efectos serían útiles en el caso de una verdadera amenaza, pueden ser debilitantes si el miedo está en tu cabeza.
Algunas investigaciones incluso sugieren que las personas con trastornos de ansiedad no pueden reducir su agitación tan rápido como el resto de la gente, lo que significa que pueden percibir los efectos de la ansiedad por más tiempo.
Un ritmo cardíaco rápido, sudoración, temblores y boca seca son síntomas comunes de ansiedad. Si sufres de trastornos de ansiedad, puedes experimentar este tipo de agitación durante largos períodos de tiempo.
Intranquilidad
La intranquilidad es otro síntoma común de ansiedad, especialmente en niños y adolescentes.
Cuando alguien se siente intranquilo, a menudo lo describe como sentirse “nervioso” o con una “incómoda necesidad de moverse”.
Un estudio en 128 niños diagnosticados con trastornos de ansiedad encontró que el 74% reportó intranquilidad entre sus principales síntomas de ansiedad.
Si bien no todas las personas con ansiedad sufren de intranquilidad, es una de las señales de alerta que los médicos buscan con frecuencia al hacer un diagnóstico.
Si te sientes intranquilo la mayoría de los días durante más de seis meses, puede ser una señal de un trastorno de ansiedad.
La intranquilidad sola no es suficiente para diagnosticar un trastorno de ansiedad, pero puede ser un síntoma, especialmente si ocurre con frecuencia.
Cansancio y fatiga
Fatigarse fácilmente es otro síntoma potencial del trastorno de ansiedad generalizada.
Este síntoma puede ser sorprendente para algunos, ya que la ansiedad se suele asociar con hiperactividad o agitación.
En algunos casos, la fatiga puede provocarse después de un ataque de ansiedad, y en otros, la fatiga puede ser crónica.
No está claro si la fatiga se debe a otros síntomas comunes de ansiedad, como insomnio o tensión muscular, o si puede estar relacionada con los efectos hormonales de la ansiedad crónica.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la fatiga también puede ser una señal de depresión u otras afecciones médicas, y por eso la fatiga sola no es suficiente para diagnosticar un trastorno de ansiedad.
La fatiga puede ser una señal de un trastorno de ansiedad si va acompañada de preocupación excesiva. Sin embargo, también puede indicar otros trastornos de salud.
Dificultad para concentrarse
Muchas personas con ansiedad informan que les cuesta concentrarse.
Un estudio de 157 niños y adolescentes con trastorno de ansiedad generalizada encontró que más de dos tercios tenían dificultades para concentrarse.
Otro estudio de 175 adultos con el mismo trastorno encontró que casi el 90% informó tener dificultades para concentrarse. Cuanto peor era su ansiedad, mayores eran sus dificultades.
Algunos estudios muestran que la ansiedad puede interrumpir la memoria funcional, un tipo de memoria responsable de retener información a corto plazo. Esto puede ayudar a explicar la disminución dramática en el desempeño que las personas suelen experimentar durante los períodos de mucha ansiedad.
Sin embargo, la dificultad para concentrarse también puede ser un síntoma de otras afecciones médicas, como un trastorno por déficit de atención o depresión, por lo que no es evidencia suficiente para diagnosticar un trastorno de ansiedad.
La dificultad para concentrarse puede ser una señal de un trastorno de ansiedad, y es un síntoma que reporta la mayoría de las personas diagnosticadas con trastorno de ansiedad generalizada.
Irritabilidad
La mayoría de las personas con trastornos de ansiedad también experimentan irritabilidad excesiva.
Según un estudio reciente que incluyó a más de 6,000 adultos, más del 90% de las personas con trastorno de ansiedad generalizada reportó sentirse muy irritable durante los peores momentos de su trastorno de ansiedad.
Comparados con personas que dicen preocuparse mucho, los jóvenes adultos y adultos de mediana edad con trastorno de ansiedad generalizada reportaron más del doble de irritabilidad en su vida cotidiana.
Dado que la ansiedad está asociada con una alta agitación y preocupación excesiva, no es sorprendente que la irritabilidad sea un síntoma común.
La mayoría de las personas con trastorno de ansiedad generalizada informa sentirse muy irritable, especialmente cuando su ansiedad está en su etapa más crítica.
Dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido
Los trastornos del sueño se relacionan fuertemente con los trastornos de ansiedad.
Despertarse en mitad de la noche y tener dificultad al conciliar el sueño son los dos problemas más comunes.
Algunas investigaciones incluso sugieren que padecer insomnio durante la infancia puede estar relacionado con el desarrollo de ansiedad más adelante.
Un estudio que dio seguimiento a casi 1,000 niños durante más de 20 años encontró que tener insomnio en la infancia se relacionaba con un aumento del 60% en el riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad a los 26 años.
Si bien el insomnio y la ansiedad están estrechamente vinculados, no está claro si el insomnio contribuye a la ansiedad, si la ansiedad contribuye al insomnio, o ambos.
Lo que se sabe es que, al tratarse el trastorno de ansiedad subyacente, el insomnio a menudo también mejora.
Los problemas de sueño son muy comunes en personas con ansiedad. Por lo general, tratar la ansiedad también puede ayudar a mejorar la calidad del sueño.
Ataques de pánico
Un tipo de trastorno de ansiedad, llamado trastorno de pánico, está asociado con ataques de pánico recurrentes.
Los ataques de pánico producen una sensación de miedo intensa y abrumadora que puede llegar a ser debilitante.
Este miedo extremo suele estar acompañado por ritmo cardíaco rápido, sudoración, temblores, falta de aliento, presión en el pecho, náusea y miedo a morir o perder el control.
Los ataques de pánico pueden ocurrir de manera aislada, pero si ocurren con frecuencia e inesperadamente, pueden ser una señal de trastorno de pánico.
Se estima que el 22% de los adultos estadounidenses tendrá un ataque de pánico en algún momento de su vida, pero solo cerca del 3% los experimenta con la frecuencia suficiente para cumplir con el criterio de un trastorno de pánico.
Los ataques de pánico producen sentimientos de miedo extremadamente intensos, acompañados de síntomas físicos desagradables. Los ataques de pánico recurrentes pueden ser una señal de trastorno de pánico.
Evitar situaciones sociales
Es posible que muestres señales de un trastorno de ansiedad social si encuentras que:
- te sientes ansioso o temeroso por las situaciones sociales que se aproximan
- te preocupa que otros te juzguen o examinen
- sientes temor de ser avergonzado o humillado delante de otros
- evitas ciertos eventos sociales debido a estos temores
El trastorno de ansiedad social es muy común y afecta aproximadamente al 12% de los adultos estadounidenses en algún momento de su vida.
La ansiedad social tiende a desarrollarse en una etapa temprana de la vida. De hecho, alrededor del 50% de quienes lo padecen es diagnosticado antes de los 11 años, mientras que el 80% es diagnosticado antes de los 20 años.
Las personas con ansiedad social pueden parecer extremadamente tímidas y calladas cuando están en grupo o al conocer gente nueva. Si bien podrían no parecer angustiados por fuera, por dentro sienten miedo y ansiedad extremos.
Esta actitud de distanciamiento a veces puede hacer que las personas con ansiedad social parezcan presumidas o poco amigables, pero el trastorno se asocia con baja autoestima, alta autocrítica y depresión.
Evitar y tener miedo de situaciones sociales pueden ser una señal de trastorno de ansiedad social, uno de los trastornos de ansiedad diagnosticado más frecuentemente.
Temores irracionales
Los temores exagerados sobre cosas específicas, como las arañas, los espacios cerrados o las alturas, podrían ser una señal de fobia.
Una fobia se define como ansiedad extrema o miedo a un objeto o situación específica. La sensación es lo suficientemente intensa como para interferir con tu capacidad de funcionar normalmente.
Algunas fobias comunes incluyen:
- Fobias a animales: miedo a animales o insectos específicos.
- Fobias al entorno de naturaleza: miedo a eventos naturales como huracanes o inundaciones.
- Fobias a la sangre, inyecciones, lesiones: miedo a la sangre, las inyecciones, las agujas o las heridas.
- Fobias a situaciones: miedo a ciertas situaciones, como un viaje en avión o en ascensor.
La agorafobia es otra fobia que implica temor a por lo menos dos de los siguientes:
- uso de transporte público
- estar en espacios abiertos
- estar en espacios cerrados
- hacer una cola (fila) o estar en una multitud
- salir de casa solo
Las fobias afectan al 12.5% de los estadounidenses en algún momento de su vida. Tienden a desarrollarse en la infancia o la adolescencia y son más comunes en mujeres que en hombres.
Los miedos irracionales que interrumpen las actividades diarias pueden ser una señal de una fobia específica. Hay muchos tipos de fobias, pero todas implican conductas de evitación y sentimientos de miedo extremo.
Cuándo debes buscar ayuda profesional
La ansiedad puede ser debilitante, por lo que es importante que busques ayuda profesional si tus síntomas son graves.
Si te sientes ansioso la mayoría de los días y experimentas uno o más de los síntomas anteriores durante al menos seis meses, puede ser una señal de un trastorno de ansiedad.
Independientemente de la duración de tus síntomas, si sientes que tus emociones interfieren con tu vida, debes buscar ayuda profesional.
Psicólogos y psiquiatras certificados están capacitados para tratar los trastornos de ansiedad a través de una variedad de medios.
Esto a menudo incluye terapia cognitiva conductual, medicamentos contra la ansiedad o algunas de las terapias naturales mencionadas anteriormente.
Trabajar con un profesional puede ayudarte a controlar la ansiedad y reducir tus síntomas de la manera más rápida y segura posible.
En conclusión, los trastornos de ansiedad se caracterizan por diversos síntomas.
Uno de los más comunes es la preocupación excesiva e intrusiva que interrumpe el desempeño de las actividades diarias. Otras señales incluyen agitación, intranquilidad, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, músculos tensos y dificultad para dormir.
Los ataques de pánico recurrentes pueden indicar trastorno de pánico; temer y evitar situaciones sociales podría indicar un trastorno de ansiedad social, y las fobias extremas podrían ser una señal de trastornos de fobia específicos.
Sin importar el tipo de ansiedad que puedas tener, existen muchas soluciones naturales que puedes usar para ayudar a aliviarla mientras consultas con un profesional de atención médica certificado.
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¿Cómo superar la depresión posvacacional en plena pandemia?
Uno de cada tres trabajadores está sufriendo o sufrirá el síndrome posvacacional al reincorporarse al trabajo tras el verano, en el que se señala que del 66% restante, una parte importante padece o padecerá un cuadro de fatiga o estrés directamente vinculado a su incorrecta adaptación al orden y la rutina tras las vacaciones. Los síntomas de este síndrome son diversos y dependen de cada persona, aunque los más habituales son la apatía, el cansancio, la falta de energía, la dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, nerviosismo, estrés o incluso tristeza.
El estudio ha indicado que existen casos extremos en los que el trabajador puede experimentar ataques de ansiedad, dolor de cabeza o malestar general, aunque afectan a una minoría. Los casos más leves reflejan dificultades durante dos o tres días, aunque es habitual que los síntomas se alarguen hasta dos semanas, que es la duración media de adaptación del organismo, aunque los casos más extremos podrían durar meses.
Este año, volver a la rutina se hará mucho más raro que de costumbre ante la incertidumbre y el miedo al coronavirus. Una experta psicóloga aporta las claves para salir indemnes
Estar ‘en el aquí’ y ‘en el ahora’ nunca fue tan difícil. Otros años, septiembre era sinómino de vuelta a la rutina y al trabajo. Pero ahora, y tras un final de verano de infarto en el que las cifras de contagiados no han parado de crecer en distintas provincias españolas, son muchos los que viven con suma inquietud estos días ante la perspectiva de volver a teletrabajar o bien arriesgarse a engrosar la lista de infectados al tener que acudir a su centro de trabajo. Para aquellos que tengan niños, la preocupación se hace más severa y latente al no saber todavía qué ocurrirá o cómo será esta ‘vuelta al cole’, sumado al problema de la conciliación familiar en caso de que el niño tenga que confinarse y quedarse en casa.
Como ya aseguraban los expertos en salud mental hace unos meses, a la crisis sanitaria originada por el coronavirus le sucederá una avalancha de trastornos mentales. Aunque todavía es pronto para analizar los efectos psicológicos que ha producido en el estado anímico de la población un contexto pandémico en pleno siglo XXI, estamos entrando en uno de los momentos más difíciles del año, aquel en el que toca volver a retomar todo después de haber desconectado en las vacaciones.
La emergencia global por la pandemia se cobrará otro precio: el estado psíquico y emocional de la población. Los expertos destacan el esperado aumento de patologías psiquiátricas
Con la llegada de este mes a nuestro calendario, son muchas las personas que todos los años muestran síntomas de lo que se conoce como depresión posvacacional. Aunque por norma general suele remitir a los pocos días de volver a la rutina, este año el síndrome se ve agravado por esta situación tan difícil que nos ha tocado vivir, así como por otros trastornos psicológicos paralelos que hemos podido desarrollar según iba avanzando la pandemia.
“Hay más preocupación que otros años”, reconoce Elisa Sánchez, psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP) “Además, este verano ha sido muy especial y anómalo, ya que a pesar de haber contado con tiempo para descansar y relajarse, muchas personas no han podido hacerlo realmente, al no realizar los viajes a los que estaban acostumbradas en otros años o tener muy presente todo lo sucedido con la pandemia desde marzo”:
Hay personas que anticipan demasiado, y eso les lleva a sentir preocupación por problemas que todavía no están ahí
Este es precisamente uno de los rasgos que pueden agravar esa vuelta a la rutina. “Muchas personas han tenido que enfrentarse bien a la vida después del confinamiento o bien a procesos de duelo al verse afectados directamente por la pandemia”, recalca la psicóloga. “También existe la preocupación de perder el trabajo o no poder subsistir económicamente, sumado al miedo de que haya un segundo encierro o un gran rebrote”. Por todo ello, este año, los síntomas de depresión posvacacional se agravan al contar con un contexto de tanta incertidumbre y preocupación por el futuro más inmediato.
Dos vertientes
Para Sánchez, hay dos vertientes en las cuales se manifiesta el síndrome de depresión posvacacional. Una de ellas es la que tiene rasgos depresivos, y por tanto, “tristeza o nostalgia de ese tiempo en el que no había nada que hacer ni estabas sumido en la rutina”, La otra se refiere a un perfil mucho más ansioso. “Hay personas que tienden a anticipar todo muchísimo, y eso les lleva a sentir preocupación por problemas que todavía no están ahí, pero que creen que deben resolver ya. Entonces, experimentan sentimientos de ansiedad”, explica. “Los otros, los que sienten tristeza o nostalgia, se sentirán más apáticos, les costará adaptarse a su nuevo ritmo”.
No se puede exigir el rendimiento de antes. Los jefes deberían valorar el esfuerzo de sus empleados antes de irse de vacaciones
Este año, la vuelta al trabajo será distinta para muchos, ya que seguirán en casa. Esto, en cierto modo, será beneficioso para aquellos que sienten mucha preocupación por infectarse. “En los últimos meses hemos visto cómo afloraba el síndrome de la cabaña por el cual algunas personas percibían mucha amenaza en el exterior”, asevera Sánchez. “A ellos, el teletrabajo les aliviará, mientras que otros no podrán evitar sentir cierto recelo ante el hecho de volver a estar en casa todo el día después de haber viajado durante las vacaciones”.
Uno de los aspectos clave para aliviar los síntomas de depresión posvacacional es no forzar demasiado la máquina al principio. “Tiene que ser un proceso de adaptación progresivo”, asegura la psicóloga. “En este sentido, no se puede exigir el rendimiento de antes y los jefes deberían valorar mucho el esfuerzo realizado por sus empleados antes de irse de vacaciones y con el telón de fondo de una pandemia, permitiéndoles una vuelta a la rutina suave y progresiva”.
Consejos útiles
Para garantizar que esta vuelta al trabajo no sea tan drástica y cueste mucho menos regresar a la rutina, Sánchez recomienda dejar unos días libres de descanso antes de volver al ritmo de antes. “Hay que llevar a cabo aproximaciones sucesivas, no empezar de golpe”, aconseja. “Tampoco hay que ponerse expectativas muy altas y, en general, retomar los hábitos saludables que seguíamos antes de que llegaran las vacaciones”.
¿El teletrabajo funciona bien o es que la gente se está matando a trabajar?
Detrás de los mensajes optimistas que señalan que nos hemos adaptado a la nueva situación con rapidez, hay horas extra no remuneradas, ansiedad y problemas de gestión
Con tal de hacer esto factible, se deberá poner el foco en volver a una alimentación sana después de los excesos del verano, no acostarse demasiado tarde o proseguir con la actividad física, ya que en época estival “es muy frecuente pasar mucho tiempo en el exterior, ya sea nadando en la playa o piscina, o bien haciendo senderismo o caminando en bici”. Al final, consiste en seguir haciendo aquello que nos mantenía activos durante las vacaciones y compaginarlo con nuestra nueva rutina.
Aquellos que entren dentro de la vertiente más triste o depresiva, “deberán esforzarse en no quedarse con lo negativo y hacer un esfuerzo para ver el lado positivo”. Sin ir más lejos, es posible que muchos de aquellos que solían experimentar síntomas de la depresión posvacacional este año se sientan aliviados al repensar su situación y compararla con la de tantas otras personas que ya no trabajan a causa de la pandemia.
¿Y los que vuelven a trabajar en buscar trabajo?
A la hora de hablar sobre los males psicológicos que experimentan aquellos que regresan al trabajo, es también imprescindible acordarse de aquellos que no vuelven porque en su día les echaron o porque no les quieren contratar en otro desempeño. Esta situación es mucho más difícil si cabe, porque a pesar de no experimentar un cambio brusco en su rutina, apreciarán como los demás volverán a ellas, mientras que ellos no. No son pocas las personas que han perdido su empleo tras la crisis o los autónomos que han tenido que echar el cierre a sus negocios.
Para todos ellos, Sánchez recomienda que “no se dejen llevar por el pesimismo, que se mantengan alerta y a la espera de ver qué sectores están creciendo y vean la oportunidad”. Muchos, en este caso, se sentirán impelidos a “cambiar de sector profesional”. También “pueden ver una opción, ahora que el teletrabajo está muy extendido, en trabajar para empresas de otros países”. Se trata de “ver qué necesitas para alcanzar ese puesto que quieres, formándote con cursos”. Y, por último, y esto se aplica a todo el mundo, ya experimenten depresión posvacacional o se encuentren en búsqueda activa de empleo, “llevar a cabo el autocuidado de uno mismo a través de la vida sana y el apoyo social en los otros”.
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¿Qué deberías saber sobre la ansiedad?
La ansiedad es una emoción normal y a menudo saludable. Sin embargo, cuando una persona siente regularmente niveles desproporcionados de ansiedad, puede convertirse en un trastorno psicológico.
Los trastornos de angustia forman una categoría de diagnósticos de salud mental que conducen a un nerviosismo excesivo, miedo, aprehensión y preocupación
Estos trastornos alteran la forma en que una persona procesa las emociones y se comporta, causando también síntomas físicos. La ansiedad leve puede ser vaga e inquietante, mientras que la ansiedad grave puede afectar seriamente la vida cotidiana.
Nueve de cada diez personas en España han sentido estrés en el último año y cuatro de cada diez lo ha hecho de manera frecuente o continuada, porcentaje que equivale a casi 12 millones y medio de españoles.
Así lo advierte el último estudio Cinfasalud sobre “Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés”, elaborado por laboratorios Cinfa y avalado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), con el fin de conocer la incidencia de este problema entre mujeres y hombres españoles de todas las comunidades autónomas, atendiendo a su edad, ocupación y situación familiar
Sin embargo, sólo el 36,9 por ciento de las personas con un trastorno de ansiedad reciben tratamiento.
¿Qué es la ansiedad?
Las reacciones desproporcionadas de tensión y preocupación caracterizan la ansiedad. El Colegio Oficial de Psicólogos (COP) define la ansiedad como “una emoción caracterizada por sentimientos de tensión, pensamientos de preocupación y cambios físicos como el aumento de la presión arterial”.
Conocer la diferencia entre los sentimientos normales de ansiedad y un trastorno de ansiedad que requiere atención médica puede ayudar a una persona a identificar y tratar la afección.
En este artículo, analizamos las diferencias entre la ansiedad y el trastorno de ansiedad, los diferentes tipos de ansiedad y las opciones de tratamiento disponibles.
Ansiedad
Cuando una persona se enfrenta a desencadenantes potencialmente dañinos o preocupantes, los sentimientos de ansiedad no sólo son normales sino necesarios para la supervivencia.
Desde los primeros días de la humanidad, la aproximación de los depredadores y el peligro que se avecina activa las alarmas en el cuerpo y permite la acción evasiva. Estas alarmas se hacen perceptibles en forma de aumento de los latidos del corazón, sudoración y aumento de la sensibilidad a los alrededores.
El peligro provoca una descarga de adrenalina, una hormona y mensajero químico en el cerebro, que a su vez desencadena estas reacciones ansiosas en un proceso llamado la respuesta de “lucha o huida”. Esto prepara a los seres humanos para enfrentarse físicamente o huir de cualquier amenaza potencial a la seguridad.
Para muchas personas, huir de animales más grandes y de un peligro inminente es una preocupación menos apremiante de lo que hubiera sido para los primeros humanos. Las ansiedades ahora giran en torno al trabajo, el dinero, la vida familiar, la salud y otras cuestiones cruciales que exigen la atención de una persona sin requerir necesariamente la reacción de “pelear o escapar”.
La sensación de nerviosismo antes de un acontecimiento importante de la vida o durante una situación difícil es un eco natural de la reacción original de “pelear o escapar”. Puede seguir siendo esencial para la supervivencia: la ansiedad por ser atropellado por un coche al cruzar la calle, por ejemplo, significa que una persona mirará instintivamente a ambos lados para evitar el peligro.
Trastornos de ansiedad
La duración o la gravedad de una sensación de ansiedad puede ser a veces desproporcionada en relación con el desencadenante o el factor estresante original. También pueden desarrollarse síntomas físicos, como el aumento de la presión arterial y las náuseas. Estas respuestas van más allá de la ansiedad y se convierten en un trastorno de ansiedad.
La APA describe a una persona con trastorno de ansiedad como “tener pensamientos o preocupaciones intrusivas recurrentes”. Una vez que la ansiedad llega a la etapa de un trastorno, puede interferir con las funciones diarias.
Síntomas del trastorno de ansiedad
Si bien una serie de diagnósticos diferentes constituyen trastornos de ansiedad, los síntomas del trastorno de ansiedad generalizada (TAG) suelen incluir lo siguiente:
inquietud, y una sensación de estar “a la vanguardia”
sentimientos incontrolables de preocupación
aumento de la irritabilidad
dificultades de concentración
Dificultades para dormir, como problemas para dormirse o permanecer dormido.
Aunque estos síntomas pueden ser normales en la vida diaria, las personas con TAG los experimentarán hasta niveles persistentes o extremos. El TAG puede presentarse como una preocupación vaga e inquietante o una ansiedad más grave que perturba la vida cotidiana.
Para obtener información sobre los síntomas de otros diagnósticos en el marco de los trastornos de ansiedad, siga los enlaces de la sección “Tipos” que aparece a continuación.
Tipos de ansiedad
El trastorno de pánico es un tipo de trastorno de ansiedad. El Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos de Salud Mental: Quinta Edición (DSM-V) clasifica los trastornos de ansiedad en varios tipos principales.
En ediciones anteriores del DSM, los trastornos de ansiedad incluían el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el trastorno de estrés postraumático (TEPT), así como el trastorno de estrés agudo. Sin embargo, el manual ya no agrupa estas dificultades de salud mental en la ansiedad.
Los trastornos de ansiedad incluyen los siguientes diagnósticos
Trastorno de ansiedad generalizada
Se trata de un trastorno crónico que implica una ansiedad excesiva y prolongada y preocupaciones por acontecimientos, objetos y situaciones no específicos de la vida. El TAG es el trastorno de ansiedad más común y las personas que lo padecen no siempre son capaces de identificar la causa de su ansiedad.
Trastorno de pánico
Ataques breves o repentinos de terror y aprehensión intensos caracterizan el trastorno de pánico. Estos ataques pueden provocar temblores, confusión, mareos, náuseas y dificultades respiratorias. Los ataques de pánico tienden a ocurrir y a intensificarse rápidamente, alcanzando su punto máximo después de 10 minutos. Sin embargo, un ataque de pánico puede durar horas.
Los trastornos de pánico suelen ocurrir después de experiencias aterradoras o de un estrés prolongado, pero también pueden ocurrir sin un desencadenante. Un individuo que experimenta un ataque de pánico puede malinterpretarlo como una enfermedad que pone en peligro su vida y puede hacer cambios drásticos en su comportamiento para evitar futuros ataques.
Fobia específica
Se trata de un temor y una evasión irracionales de un objeto o una situación en particular. Las fobias no son como otros trastornos de ansiedad, ya que se relacionan con una causa específica.
Una persona con una fobia puede reconocer que un miedo es ilógico o extremo, pero sigue siendo incapaz de controlar los sentimientos de ansiedad en torno al desencadenante. Los factores desencadenantes de una fobia van desde situaciones y animales hasta objetos cotidianos.
Agorafobia
Se trata de un miedo y una evasión de lugares, eventos o situaciones de los que puede ser difícil escapar o en los que no se dispondría de ayuda si una persona queda atrapada. La gente a menudo malinterpreta esta condición como una fobia a los espacios abiertos y al aire libre, pero no es tan simple. Una persona con agorafobia puede tener miedo de salir de su casa o de usar los ascensores y el transporte público.
Haga clic aquí para conocer más sobre la agorafobia, un trastorno psicológico frecuentemente mal entendido.
Mutismo selectivo: Es una forma de ansiedad que experimentan algunos niños, en la que no son capaces de hablar en ciertos lugares o contextos, como la escuela, a pesar de que pueden tener excelentes habilidades de comunicación verbal con personas conocidas. Puede ser una forma extrema de fobia social.
Trastorno de ansiedad social o fobia social
Es el miedo a un juicio negativo de los demás en situaciones sociales o a la vergüenza en público. El trastorno de ansiedad social incluye una serie de sentimientos, como el miedo escénico, el temor a la intimidad y la ansiedad por la humillación y el rechazo.
Este trastorno puede hacer que las personas eviten las situaciones públicas y el contacto humano hasta el punto de que la vida cotidiana se torne extremadamente difícil.
Trastorno de ansiedad por separación
Los altos niveles de ansiedad después de la separación de una persona o un lugar que proporciona sentimientos de seguridad o protección caracterizan el trastorno de ansiedad por separación. La separación a veces puede provocar síntomas de pánico.
Causas del trastorno de ansiedad
Las causas de los trastornos de ansiedad son complicadas. Muchos pueden ocurrir a la vez, algunos pueden llevar a otros, y algunos pueden no llevar a un trastorno de ansiedad a menos que otro esté presente.
Las posibles causas de la ansiedad incluyen:
- Factores de estrés del entorno, como dificultades en el trabajo, problemas en las relaciones o problemas familiares.
- Genética, ya que las personas que tienen familiares con un trastorno de ansiedad son más propensas a experimentar uno por sí mismas.
- Factores médicos, como los síntomas de una enfermedad diferente, los efectos de un medicamento o el estrés de una cirugía intensiva o una recuperación prolongada química cerebral, ya que los psicólogos definen muchos trastornos de ansiedad como desajustes de hormonas y señales eléctricas en el cerebro la retirada de una sustancia ilícita, cuyos efectos podrían intensificar el impacto de otras posibles causas.


¿Se puede superar la ansiedad y la depresión?
La ansiedad y la depresión son dos males que aquejan a gran parte de la población actual, sobre todo en esta época de crisis que causa estrés e incertidumbre. Se dice que los más propensos, pero no los únicos. A sufrir de ellas son los jóvenes. Por todos los retos que presenta el mundo moderno y llegar a sentir que no son lo suficientemente buenos para enfrentarlo.
Pero, en realidad, cualquier persona, a cualquier edad podría llevar a padecer episodios de ansiedad y depresión, incluso sin darse cuenta. Porque no todos presentan los mismos síntomas ni les afecta al mismo nivel.
En el mundo no todo es alegría, sentimiento básico que determina la felicidad, que se enfrenta todos los días a la tristeza. Ligada directamente a la depresión.
La depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a más de 300 millones de personas. La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana. Puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave. Y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800 000 personas. Y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.
Lo primero que debe quedar completamente claro, es que esto es una opinión. Una reflexión hecha a partir de charlas con personas que han padecido esto y con especialistas en la materia. Pero que por ningún motivo se trata de establecer una verdad absoluta acerca de qué es y cómo tratar la depresión y la ansiedad. Porque es un tema muy complejo como para llegar a una conclusión tan rápida.
La depresión y la ansiedad
La depresión y la ansiedad podrían ser consideradas como dos caras de una misma moneda. Mientras la depresión es tratar de llevar todo al mínimo y al silencio absoluto, la ansiedad te lleva a subir al máximo el volumen de tus pensamientos. Tanto, que al final solo eres capaz de escuchar ruido sin ser capaz de entender lo que se dice.
Así, mientras un depresivo puede querer hacer lo mínimo posible: puede no querer salir, no querer comer, no querer hablar con nadie. Ni asistir a la escuela o al trabajo. Ni siquiera se preocupe por su salud y su bienestar y deje de bañarse y de tomar agua. La depresión puede ser tan intensa que te puede llevar a pasar días enteros en cama sin tener fuerzas para levantarte de ahí.
Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en muchos países) no recibe esos tratamientos. Entre los obstáculos a una atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario. Además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Otra barrera para la atención eficaz es la evaluación errónea. En países de todo tipo de ingresos, las personas con depresión a menudo no son correctamente diagnosticadas. Mientras que otras que en realidad no la padecen son a menudo diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos.
Con representación definida en el cerebro, estas sensaciones individuales, se activan en forma consciente e inconsciente para ser parte de los grandes componentes de la personalidad. Pero, si la explicación de nuestros actos. Individualmente no están plenamente entendidos, los de la población mundial lo son mucho menos, más cuando llegamos al misterio de la muerte.
La depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, traumatismos psicológicos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente, la propia depresión.
Por otro lado, la ansiedad mantiene a tu cerebro activo todo el tiempo, o a todo tu cuerpo, se puede encontrar a una persona ansiosa haciendo de todo a la vez. Puede parecer alguien muy productivo, pero por dentro seguramente los pensamientos de frustración serán tan intensos que simplemente no le van a permitir frenar para descansar en ningún momento.
Está demostrado que los programas de prevención reducen la depresión. Entre las estrategias comunitarias eficaces para prevenirla se encuentran los programas escolares para promover un modelo de pensamiento positivo entre los niños y adolescentes. Las intervenciones dirigidas a los padres de niños con problemas de conducta pueden reducir los síntomas depresivos de los padres y mejorar los resultados de sus hijos. Los programas de ejercicio para las personas mayores también pueden ser eficaces para prevenir la depresión.
Existen dos teorías que han tomado mucha fuerza últimamente, las dos muestran estas enfermedades desde un punto de vista totalmente diferente y es importante conocer ambas para poder tener un panorama más completo de la situación.
Hay tratamientos eficaces contra la ansiedad y la depresión
Podemos encontrar diversos tratamientos eficaces para la depresión moderada y grave. Los profesionales sanitarios pueden ofrecer tratamientos psicológicos, como la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal, o medicamentos antidepresivos. Como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los antidepresivos tricíclicos. Los profesionales sanitarios deben tener presentes los posibles efectos adversos de los antidepresivos. Las posibilidades de llevar a cabo uno u otro tipo de intervención y las preferencias individuales. Entre los diferentes tratamientos psicológicos a tener en cuenta se encuentran los tratamientos psicológicos cara a cara, individuales o en grupo, dispensados por profesionales o por terapeutas legos supervisados.
La primera postura marca que la ansiedad y la depresión son enfermedades psiquiátricas, desajustes químicos en la mente de las personas que las padecen y deben ser tratadas forzosamente con medicamentos (recetados siempre por un profesional).
La segunda postura afirma que la depresión y la ansiedad son una elección personal, basadas en elecciones que hemos hecho en el tiempo. Son actividades que se inician en un momento específico y que después se convierten en un hábito.
Si lo vemos como un desajuste químico, es probable que la razón que detona estos males sea un evento específico. Una ruptura amorosa, una enfermedad, estrés laboral o en la vida diaria, condiciones genéticas, problemas familiares, etc.
Todo eso tiene una similitud: El origen está dado por razones fuera de nuestro control y que no podemos solucionar por nuestra cuenta. Todo se debe a circunstancias que no podían evitarse y de las que no podíamos medir las consecuencias.
Sin embargo, la segunda opción apela a otro tipo de orígenes como: una mala alimentación, no hacer ejercicio, tener relaciones de codependencia. Realizar actos de victimización o de autocastigo. En resumen, el origen son las malas decisiones que nos terminan causando daño.
Estos orígenes, al contrario de los que se muestran en la primera postura, sí se pueden controlar, y se pueden cambiar para dejar de llevar a cabo esos actos que nos mantienen en ese estado de desequilibrio.
¿Por qué podría ser mejor ver las cosas con el segundo enfoque aunque sepamos que no se trata de una verdad absoluta?
Es simple, si nos concentramos en las opciones que nos muestra el primer patrón. Es probable que lleguemos a un punto en el que nos demos cuenta de que no hay nada que podamos hacer. Que no tenemos el control de nuestras vidas y que todo lo malo que nos pasa es prácticamente fruto de una maldición que tuvimos la mala suerte de que nos tocara.
En cambio, si lo vemos como un fruto de nuestras decisiones, entonces sabemos que podemos retomar el control de nuestra vida. Y hacer algo para cambiar el panorama tan desalentador en el que nos encontramos.
Esto no significa que de un día para otro vamos a mejorar de manera mágica si nos damos cuenta de que nosotros tenemos el control para hacerlo, de todas formas se necesita mucha constancia. Mucho apoyo y mucha fortaleza para salir adelante. Porque eliminar un hábito es difícil y cansado. Pero si empezamos a hacer cosas positivas en nuestra vida y a preocuparnos por nosotros mismos los cambios serán gradualmente notorios.
Por eso, aunque no estemos totalmente convencidos de la acción del segundo planteamiento. Siempre es mejor tener la oportunidad de actuar por nosotros mismos para nuestro bienestar y no dejar todo en manos de las pastillas o las meditaciones.
Esto no quiere decir que este camino lo podemos tomar solos, al contrario, lo primero que hay que hacer cuando te percibes o percibes a alguien cercano en una situación de ansiedad o depresión. Es pedir ayuda de un profesional.
Puede ser de un psiquiatra, de un psicoanalista, un psicólogo, un coach, un sacerdote, un pastor, un consejero… Cualquier persona capacitada y en la que puedas confiar para que ayude a dar seguimiento al caso y pueda controlar las recaídas y brindar consejos y apoyo cuando sea necesario.
Por eso, si decidimos tomar ver a la ansiedad y la depresión a partir del segundo enfoque, podremos empezar a tomar acciones concretas que nos lleven a mejorar la situación en la que nos encontremos actualmente.
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Las familias tóxicas y sus consecuencias menos visibles
Las familias, ya que constituyen el núcleo fundamental de socialización y enculturación de los individuos, especialmente en los primeros años de vida. Y las familias tóxicas no son una excepción.
Esto hace que los psicólogos, que nos encargamos de velar por el bienestar emocional y psicológico de las personas, prestemos mucha atención a las distintas relaciones interpersonales que se desarrollan en el seno de las familias.
No solo importan las características personales de los individuos
También es necesario prestar a las relaciones que establecen, especialmente si estas se llevan a cabo en la familia. Es por eso que el tema de las familias tóxicas es tan importante.
La familia no solo es importante para educar a los niños y fomentar su aprendizaje, sino que también genera una serie de hábitos y dinámicas que son de gran interés por su influencia en los trastornos mentales que pueden generar en alguno de sus miembros.
De hecho, la psicología observa y estudia con atención las formas de organizarse en sociedad, y la familia, claro está, es uno de los elementos más importantes.
Hay muchos tipos de familias.
Familias numerosas, familias de solo dos integrantes, familias estructuradas, desestructuradas, felices, apáticas, violentas… depende mucho de la personalidad de sus miembros y, cómo no, de las circunstancias. Además, cada familia (en el caso de que haya hijos) tiene sus propios estilos educativos: las hay más democráticas y más autoritarias, las hay más abiertas y liberales y también más cerradas e impermeables. El vínculo familiar que se establece entre padres e hijos es clave e influirá sobremanera en la personalidad, las creencias y la salud mental del niño.
Algunas relaciones familiares tóxicas o disfuncionales basadas en la sobreprotección, el abandono, la violencia o la proyección han sido ampliamente estudiadas por los psicólogos para establecer vínculos entre estas formas de relacionarse y la aparición de algunas enfermedades psicológicas y psiquiátricas.
El tabú de la psicopatología en el núcleo familiar
Cuando los psicólogos tratamos estos conflictos y problemas en las familias, es común que recibamos todo tipo de críticas. Vivimos en una cultura donde la familia es una institución cerrada. Los integrantes de cualquier familia recelan mucho de que una persona externa evalúe e intente cambiar dinámicas y hábitos, porque esto es vivido por los miembros de la familia como una intromisión a su intimidad y a sus valores más arraigados. La familia puede ser disfuncional y estar creando problemas mentales en sus miembros, pero sigue costando mucho realizar terapia sin encontrarnos con reticencias y malas caras.
Hay algunas ideas preconcebidas que distorsionan la labor del terapeuta: “Todo tiene que quedar en familia”, “La familia siempre te querrá bien”, “No importa lo que pase, la familia siempre ha de estar unida”.
Son frases e ideas muy enraizadas en nuestra cultura y que, aunque aparentemente nos hablan de unidad y de fraternidad, esconden una mirada desconfiada y recelosa ante cualquiera que pueda aportar un punto de vista objetivo sobre estas dinámicas y relaciones familiares (aunque sea con la noble intención de ayudar).
Desgraciadamente, algunas de las heridas más fuertes y profundas que cuando se supone que es en la familia donde deberíamos depositar toda nuestra confianza. Pero muchas veces es precisamente aquí donde más se traiciona, se envidia y hasta se odia.
Esta concepción sobre la familia causa mucho dolor, desazón y desesperanza entre las personas que tienen la sensación de que sus familiares no han estado a la altura de las circunstancias, que no han estado a su lado incondicionalmente y ofreciéndoles apoyo. En casos extremos, como en el de haber sufrido algún tipo de maltrato, las consecuencias negativas para el bienestar emocional pueden ser serias.
No todas las familias son nidos de amor, confianza y afecto.
Hay familias tóxicas en las que se generan situaciones de estrés permanente y en la que uno (o varios) de sus miembros causa malestar y sufrimiento a otro(s) miembros(s). Algunas veces puede ser un daño que se hace sin querer, sin mala intención, y en otras pueden existir factores que realmente llevan al odio y a la violencia, física o verbal.
En otros casos, el problema no es tan evidente y está más relacionado con el estilo educativo que emplean los padres o el “contagio” de inseguridades o problemas de unos miembros a otros.
Es en la familia donde se crean los primeros vínculos afectivos y emocionales donde pasamos la mayor parte de nuestra infancia y con quienes más convivimos. Es por eso que cuando nuestras heridas son provocadas por familiares, son mucho más dolorosas y profundas.
Familias tóxicas y su relación con los trastornos mentales de sus integrantes
No es la intención de este artículo señalar los errores de los padres y madres, pero sí nos parece oportuno tratar de aportar luz sobre algunos mitos y malentendidos culturales que causan que algunas familias sean un auténtico desastre.
La convivencia dentro de una familia tóxica es absolutamente devastadora para cada uno de sus miembros, y esto tiene consecuencias directas con la aparición de ciertas psicopatologías asociadas a tener que lidiar con altas dosis de presión, estrés y hasta malos tratos.
Vamos a conocer un total de cuatro formas en las que las familias tóxicas contaminan a alguno de sus integrantes, pudiendo llegar a causarle trastornos mentales y conductuales.
Etiquetas y roles: Efecto Pigmalión y su nefasta influencia en los hijos
Todos los padres, en alguna ocasión, hemos puesto alguna etiqueta a nuestro hijo. Frases como “el niño es muy movido”, “es vergonzoso” o “tiene mal carácter” son una muestra de sentencias que, aunque los adultos no nos demos cuenta, están causando un fuerte impacto emocional a nuestros hijos. Estas frases, dichas una y mil veces en el entorno familiar, acaban por afectar seriamente a los niños.
Aunque no le queramos dar importancia, estas etiquetas afectan a la identidad del niño, a cómo se percibe y se valora a sí mismo. A pesar de que el niño quizá no sea vergonzoso realmente, oír ese adjetivo repetidamente en las personas de su familia, a las que admira, sientan un precedente sobre cómo debe comportarse o actuar, de acuerdo con las expectativas generadas. Esto es lo que se conoce como profecía autocumplida o Efecto Pigmalión, ya que el rol o la etiqueta que los adultos le han impuesto al niño acaba convirtiéndose en una realidad.
Por eso, poner una etiqueta a un hijo es una forma de contaminar su conducta, inculcándole ciertas ideas esencialistas sobre cómo es o cómo deja de ser. Estas etiquetas, para colmo, son fáciles de propagar y suelen ser repetidas hasta la extenuación por profesores, amistades de la familia y vecinos, enquistándose cada vez más en el entorno cercano del niño, lo cual agrava el problema.
Amores que matan
Hay que empezar a redefinir el amor fraternal de una forma más sana. El amor de una familia es obvio, pero hay amores mal entendidos, amores que matan. Compartir genes con alguien no es motivo para que alguien se crea con el derecho de hacerte daño, manipularte o coaccionarte. Ser pariente de alguien tiene que ver con compartir una carga genética y biológica, pero el vínculo emocional va mucho más allá de eso y el primero no es condición indispensable para el segundo, ni tampoco la causa. Las personas vamos madurando y aprendiendo qué familiares tienen nuestro afecto y cariño, y esto no es algo que venga escrito en el libro de familia.
Sentar las bases de las relaciones familiares en el respeto es el primer paso hacia una mejor comprensión de nuestras identidades y espacios.
Padres sobreprotectores
Una de las tareas más difíciles de los padres a la hora de educar a sus hijos es mantener un equilibrio entre establecer normas y hábitos de comportamiento y amar y consentir a los pequeños de la casa.
En este caso los extremos no son nada aconsejables, y mientras que algunos padres pecan de negligentes y desatienden a sus hijos, otros son sobreprotectores y están demasiado encima de ellos.
Este estilo de crianza no es positivo en absoluto, ya que el niño no se enfrenta a situaciones sociales o de riesgo controlado por la sobreprotección que ejercen sobre él sus padres, con lo cual no vive las experiencias necesarias para que pueda madurar y afrontar sus propios retos. Bajo este estilo de aprendizaje, la mayoría niños se vuelven algo más inseguros y parados que los demás. Los niños necesitan explorar su entorno, claro está que contando con el apoyo de una figura de apego como el padre o la madre, pero la sobreprotección puede dañar su aprendizaje y la confianza en sí mismos.
Hay muchas formas de sobreproteger pero en esta lista solo he colocado las más evidentes, las más habituales y las más comunes. Hay otras, pero hoy no las mencionamos.
Por lo general un padre o madre se vuelve sobreprotector cuando:
- Evitan a sus hijos cualquier situación desagradable, difícil o resuelven por ellos sus problemas.
- Limitan o impiden que sus hijos exploren el mundo por si mismos, privándoles de la oportunidad de aprender.
- Tienen una alta tolerancia a multitud de demandas y exigencias que el niño muestra. Responden inmediatamente a sus demandas sin poner límite.
- En cambio, limitan en exceso las demandas de independencia o autonomía.
- Los padres sobreprotectores siguen haciéndolo todo cuando el niño está perfectamente capacitado para hacerlo solo.
- Suelen contestar por el niño cuando otros adultos se dirigen a él, privándole de este modo que exprese su opinión o sus deseos.
- Cuando sus hijos cometen algún error ellos los ignoran, tapan o justifican.
- No permiten que su hijo o hija realice salidas con compañeros de su edad, aun teniendo la madurez suficiente para hacerlo.
- Utilizan el miedo para tener el niño bajo su control. Es típico oírles decir «no subas ahí que te caerás y te harás mucho daño», «si vas tu solo puede pasarte algo malo», …
- Se sienten culpables cuando no ayudan a sus hijos a resolver sus problemas o dificultades. Se sienten responsables de todo cuanto les ocurre, ya sea que se hayan caído en el parque o cogido un resfriado.
Para que el niño pueda desarrollarse y explorar el mundo que le rodea de forma independiente, es necesario que ofrezcamos soporte y ayuda al niño, pero este apego no debe ser confundido con un excesivo control.
Deseos e inseguridades proyectadas en los pequeños de la casa
Ser padre no es solo una gran responsabilidad sino también la obligación de cuidar y educar a un ser humano, en toda su complejidad. Nadie está obligado a tener hijos, en nuestras sociedades es una elección personal que puede depender de múltiples factores, como la estabilidad económica o la capacidad para encontrar una pareja ideal. Pero al final también es una decisión que tomamos de forma muy personal.
Si tenemos en cuenta esto, tener hijos se puede planificar y por tanto es preciso que tomemos responsabilidad sobre ello.
Los hijos no deben servir como una forma de arreglar problemas de pareja, ni de sentirnos respetados por los demás, y mucho menos una forma de trasladar nuestras frustraciones y deseos incumplidos hacia otra persona.
Todos los padres queremos que nuestro hijo sea el más inteligente de la clase y el mejor en los deportes, pero hay que evitar a toda costa que carguen con la presión de nuestros deseos.
Si en tu juventud fuiste un jugador de fútbol de segunda división que no pudiste llegar a ser profesional por una lesión, no fuerces a tu hijo a que tenga que ser profesional del fútbol.
Tratar de comparar o presionar a un niño para que sea lo que tú quieras que sea no solo le aboca a una situación de vulnerabilidad emocional, sino que puede mermar su autoestima y coartar el libre desarrollo de su personalidad.
Déjale que haga su camino y decida por sí mismo, bríndale tu apoyo y los consejos necesarios, pero no proyectes en él lo que tú hubieras querido ser.
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¿Qué diferencia hay entre el «estrés bueno» y el «estrés malo»?
A nivel fisiológico, no hay diferencias entre el estrés bueno y malo. Son reacciones hormonales a situaciones excepcionales, y así tenemos que trabajarlas. El ejemplo más claro es el de un deportista profesional antes de competir. Su cuerpo experimenta las mismas reacciones que una persona bajo presión. Pero a nivel psicológico no las interpreta como algo angustioso, sino motivador. El estrés no es una carga, sino un reto. Está deseando saltar a la pista a darlo todo.
Aun entendido y asimilado que el estrés es una señal fisiológica del todo necesaria que pretende ponernos en alerta, una vez disparada, si se mantiene a lo largo del tiempo, sube la adrenalina, contrae las arterias, aumenta la presión arterial y desestabiliza emocionalmente. Sin embargo, en la propia definición del término está la solución al “problema”.
El estrés «bueno» es lo que nos mueve y nos motiva día a día
Asociamos la palabra «estrés» con la angustia, el pesar y el agobio, y es que, cuando experimentamos esta sensación solemos sentirnos fatigados, atosigados… es decir, sentimos malestar. Pero, hay un matiz de este estado, el denominado «eustrés», también llamado estrés positivo, que resulta un elemento esencial en nuestra vida.
En situaciones de la vida diaria, como un examen, nos brinda un punto de ansiedad benigna que mejora nuestro rendimiento. En los primeros días en un nuevo trabajo, es un plus de energía que nos mantiene alerta.
Interpreta en positivo las situaciones estresantes, viéndolas como una oportunidad en lugar de como una amenaza
Este estrés positivo es el que ha permitido la evolución humana, nos ha permitido sobrevivir. La tensión aumenta la innovación y la creatividad.
Este tipo de sensación, que es lo que nos mueve y nos motiva día a día, cumple un papel muy importante en el ámbito laboral. Gracias al «eustrés» las empresas «aumentan su productividad, así como se fomenta la creatividad entre los empleados». Asimismo, el profesional argumenta que estos nervios positivos consiguen que “bajen los niveles de absentismo, se produzcan menos bajas y, sobre todo, los trabajadores se ilusionen”.
Siendo una respuesta a un estímulo, es lógico que cada individuo responda de una forma propia y particular, a medida de sus capacidades. Si agrupamos todas las respuestas posibles, las analizamos, clasificamos y distribuimos en “grupos”, obtendremos unos cuantos patrones de respuestas que se repiten.
Pero experimentar un pequeño nivel de estrés, una tensión que nuestro cuerpo genera como respuesta de adaptación a situación concreta, puede «ayudarnos a aumentar nuestro nivel motivacional, ya que necesitamos aplicar, e incluso ampliar, nuestras destrezas y recursos».
La respuesta de por sí no es mala, es adaptativa. Evalúo lo que me demanda mi entorno y tengo un mecanismo que me advierte que debo poner en marcha unas habilidades, unos recursos, unas competencias que no tengo y debo buscar y gestionar. El estrés positivo genera una activación, tenemos una motivación, y eso nos ayuda a alcanzar la consecución de un reto.
Aun así, a veces nos es difícil conseguir canalizar nuestros nervios en esta meta positiva y terminamos experimentando un nivel de nervios que nos coarta e impide reaccionar bien. Para poder luchar contra estas reacciones, es muy importante que reconozcamos cuál es el origen de este estrés y cómo actúa sobre nosotros.
Evitar el estrés puede incrementar la ansiedad
Las investigaciones realizadas muestran que evitar el estrés puede incrementar la ansiedad y la preocupación, en vez de contribuir a aumentar el control de la situación precisamente estresante. No hay que evitar el estrés sino acogerlo dándole la bienvenida.
En rigor, el estrés puede ayudar a identificar el valor y el ingrediente realmente causante del elemento estresante. Cuando ocurra esto, “será fácil aceptar el estrés como algo conectado a lo positivo”.
El estrés bueno suele producirse en situaciones a corto plazo. Si se alarga, el complicado juego hormonal -descargas que nos activan, reactivan y apagan- se descontrola.
El estrés malo, el que hace daño
Si mi entorno me exige utilizar competencias que no tengo adquiridas, mi nivel de estrés aumenta porque tengo una demanda más alta desde fuera de la que puedo asumir.
Es en ese momento cuando aparece el «estrés malo», ese que nos desestabiliza, y que nos genera reacciones que a muchos les resultan familiares, como alteraciones de sueño, taquicardias, dolores musculares o cefaleas tensionales. Hay veces que estamos tan saturados que no somos capaces de realizar tareas que en principio son fáciles para nosotros y cometemos muchos más fallos.
Las cuatro causas del «estrés malo» son:
- Encontrarnos ante una situación novedosa
- Que sea una situación impredecible
- Tener sensación de descontrol
- Sentir una amenaza a nuestra personalidad
¿Y qué debemos hacer para que el estrés positivo prime frente al negativo? tendremos que empezar por cuidar nuestra alimentación: Debemos alimentarnos bien, con productos como frutos secos, pescado blanco y vegetales y frutas». Es importante evitar alimentos procesados, así como grasas y azúcares que «en altas cantidades perjudican y hacen que se gestione peor el estrés». Recomendamos la música, el arte, la meditación y actividades que nos ayuden a evadirnos.
La regulación emocional para superar este estado de nervios perjudicial
Lo primero es tener localizado qué nos está pasando. Muchas veces la gente tiene cuadros de estrés o ansiedad pero no sabe reconocerlos», comenta la profesional. Es importante identificarlo, ponerle nombre y a partir de ahí buscar una solución», dice. También confirma la importancia de tener una buena higiene de sueño y hacer deporte para conseguir regularizar nuestro estado de estrés. Por último, habla sobre los beneficios del mindfullness para paliar esta sensación negativa de estrés: La ansiedad y el estrés se nutren mucho de la anticipación y los miedos, por ello es muy importante tener una atención plena en lo que estamos haciendo en un determinado momento».
Cómo el estrés afecta a nuestro organismo
No necesitamos tener un conocimiento psicológico amplio para ver que todo lo que nos da estabilidad neuroquímica funciona, a la hora de comentar cómo el estrés, tanto positivo como negativo, tiene una incidencia en nosotros.
El estrés negativo tiene una sintomatología, nos afecta al sistema neurológico, se genera una destrucción de las terminaciones neurológicas, de debilita nuestro sistema inmune y también el endocrino, por eso nos salen canas, por ejemplo».
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Cómo superar el miedo y la ansiedad
El miedo es una de las emociones más poderosas. Y tiene un efecto muy fuerte sobre tu mente y tu cuerpo. El miedo puede crear fuertes señales de respuesta cuando estamos en emergencias, por ejemplo, si estamos atrapados en un incendio o estamos siendo atacados.
También puede tener efecto cuando te enfrentas a eventos no peligrosos, como exámenes, hablar en público, un nuevo trabajo, una cita o incluso una fiesta. Es una respuesta natural a una amenaza que puede ser percibida o real.
La ansiedad es una palabra que usamos para algunos tipos de miedo que normalmente tienen que ver con la idea de una amenaza o de que algo vaya mal en el futuro, más que en el presente.
El miedo y la ansiedad pueden durar poco tiempo y luego pasar, pero también pueden durar mucho más tiempo y puedes quedarte atrapado con ellos. En algunos casos, pueden apoderarse de tu vida, afectando tu capacidad para comer, dormir, concentrarte, viajar, disfrutar de la vida, o incluso salir de casa o ir al trabajo o a la escuela. Esto puede impedirle hacer las cosas que quiere o necesita hacer, y también afecta a su salud.
Algunas personas se sienten abrumadas por el miedo y quieren evitar situaciones que podrían provocarles miedo o ansiedad. Puede ser difícil romper este ciclo, pero hay muchas maneras de hacerlo. Puedes aprender a sentirte menos temeroso y a enfrentarte al miedo para que no te impida vivir.
¿Qué te hace tener miedo?
Muchas cosas nos hacen sentir miedo. Tener miedo de algunas cosas, como los incendios, puede mantenerte a salvo. El miedo al fracaso puede hacer que intentes hacerlo bien para no fracasar, pero también puede hacer que dejes de hacerlo bien si la sensación es demasiado fuerte.
Lo que temes y la forma en que actúas cuando tienes miedo de algo puede variar según la persona. Saber qué es lo que te da miedo y por qué puede ser el primer paso para resolver los problemas con el miedo.
¿Qué te hace sentir ansioso?
Dado que la ansiedad es un tipo de miedo, las cosas que hemos descrito sobre el miedo también son válidas para la ansiedad.
La palabra “ansiedad” tiende a usarse para describir la preocupación, o cuando el miedo es persistente y persiste en el tiempo. Se utiliza cuando el miedo se refiere a algo en el futuro y no a lo que está sucediendo ahora mismo.
La ansiedad es una palabra que suelen utilizar los profesionales de la salud cuando describen un miedo persistente. Las formas en que te sientes cuando estás asustado y ansioso son muy similares, ya que la emoción básica es la misma.
¿Cómo se sienten el miedo y la ansiedad?
Cuando te sientes asustado o seriamente ansioso, tu mente y tu cuerpo trabajan muy rápidamente. Estas son algunas de las cosas que pueden suceder:
- Tu corazón late muy rápido – tal vez se siente irregular
- Respiras muy rápido
- Tus músculos se sienten débiles
- Sudoración excesiva.
- Su estómago se revuelve o sus intestinos se sienten flojos
- Te resulta difícil concentrarte en cualquier otra cosa
- Te sientes mareado
- No puedes comer
- Tienes sudores calientes y fríos
- Tienes la boca seca
- Tienes los músculos muy tensos
Estas cosas ocurren porque tu cuerpo, sintiendo el miedo, te prepara para una emergencia, por lo que hace que tu sangre fluya a los músculos, aumenta el azúcar en la sangre, y te da la capacidad mental para concentrarte en lo que tu cuerpo percibe como una amenaza.
Con la ansiedad, a largo plazo, puede tener algunos de los síntomas anteriores, así como una sensación de miedo más persistente, y puede irritarse, tener problemas para dormir, desarrollar dolores de cabeza o tener problemas para seguir con el trabajo y planificar el futuro; puede tener problemas para tener relaciones sexuales y puede perder la confianza en sí mismo.
¿Por qué me siento así cuando no estoy en ningún peligro real?
Los primeros seres humanos necesitaban las respuestas rápidas y poderosas que causa el miedo, ya que a menudo se encontraban en situaciones de peligro físico; sin embargo, ya no nos enfrentamos a las mismas amenazas en la vida moderna.
A pesar de ello, nuestras mentes y cuerpos siguen funcionando de la misma manera que nuestros primeros antepasados, y tenemos las mismas reacciones a nuestras modernas preocupaciones por las facturas, los viajes y las situaciones sociales. Pero no podemos huir o atacar físicamente estos problemas!
Los sentimientos físicos de miedo pueden ser aterradores en sí mismos, especialmente si los experimentas y no sabes por qué, o si parecen fuera de proporción con la situación. En lugar de alertarle sobre un peligro y prepararle para responder a él, su miedo o su ansiedad pueden hacer que se perciba cualquier amenaza, que puede ser imaginaria o menor.
¿Por qué mi miedo no desaparece y me deja sintiéndome normal de nuevo?
El miedo puede ser un sentimiento único cuando se enfrenta a algo desconocido. Pero también puede ser un problema cotidiano y duradero, incluso si no puedes saber por qué. Algunas personas sienten una sensación constante de ansiedad todo el tiempo, sin ningún desencadenante en particular.
Hay muchos factores desencadenantes del miedo en la vida diaria, y no siempre puedes saber exactamente por qué estás asustado o qué posibilidades tienes de resultar herido. Incluso si puedes ver lo desproporcionado que es un miedo, la parte emocional de tu cerebro sigue enviando señales de peligro a tu cuerpo.
A veces se necesitan formas mentales y físicas de afrontar el miedo.
¿Qué es un ataque de pánico?
Un ataque de pánico es cuando te sientes abrumado por los sentimientos físicos y mentales de miedo, los signos que se enumeran en “¿Cómo se sienten el miedo y la ansiedad?”. Las personas que sufren ataques de pánico dicen que les cuesta respirar, y pueden preocuparse de que están sufriendo un ataque cardíaco o de que van a perder el control de su cuerpo[8]. Consulte la sección “Apoyo e información” al final de este folleto si desea obtener ayuda para los ataques de pánico.
¿Qué es una fobia?
Una fobia es un miedo extremo a un animal, cosa, lugar o situación en particular. Las personas con fobias tienen una necesidad abrumadora de evitar cualquier contacto con la causa específica de la ansiedad o el miedo. La idea de entrar en contacto con la causa de la fobia te hace sentir ansiedad o pánico.
¿Cómo sé si necesito ayuda?
El miedo y la ansiedad pueden afectarnos a todos de vez en cuando. Sólo cuando son severos y duraderos los médicos los clasifican como un problema de salud mental. Si se siente ansioso todo el tiempo durante varias semanas, o si siente que sus miedos se están apoderando de su vida, entonces es una buena idea pedirle ayuda a su médico, o intentarlo en uno de los sitios web o números que aparecen en la parte posterior de este folleto. Lo mismo ocurre si una fobia le está causando problemas en su vida diaria, o si está experimentando ataques de pánico.
¿Cómo puedo ayudarme a mí mismo?
Enfrenta tu miedo si puede. Si siempre evitas las situaciones que te asustan, podrías dejar de hacer las cosas que quieres o necesitas hacer. No podrás comprobar si la situación es siempre tan mala como esperas, por lo que perderás la oportunidad de averiguar cómo manejar tus miedos y reducir tu ansiedad. Los problemas de ansiedad tienden a aumentar si se entra en este patrón. Exponerse a sus miedos puede ser una forma efectiva de superar esta ansiedad.
Conócete a ti mismo
Intente aprender más sobre su miedo o ansiedad. Lleve un diario de ansiedad o un registro de pensamientos para anotar cuándo y qué sucede. Puede intentar fijarse metas pequeñas y alcanzables para enfrentar sus miedos. Puede llevar consigo una lista de cosas que le ayuden en los momentos en que es probable que se asuste o se sienta ansioso. Esta puede ser una forma efectiva de abordar las creencias subyacentes que están detrás de su ansiedad.
Intenta aprender más sobre su miedo o ansiedad. Lleva un registro de cuándo y qué sucede.
Haz Ejercicio
Aumenta la cantidad de ejercicio que haces. El ejercicio requiere algo de concentración, y esto puede quitarte el miedo y la ansiedad de la mente.
Relájate
El aprendizaje de técnicas de relajación puede ayudarte con los sentimientos mentales y físicos del miedo. Puede ayudar a bajar los hombros y respirar profundamente. O imaginarse en un lugar relajante. También puedes intentar aprender cosas como el yoga, la meditación, los masajes, o escuchar los podcasts de bienestar de la Fundación de Salud Mental.
Alimentación saludable
Coma mucha fruta y verdura, y trate de evitar el exceso de azúcar. Los descensos resultantes en el azúcar de la sangre pueden provocarte ansiedad. Intente evitar beber demasiado té y café, ya que la cafeína puede aumentar los niveles de ansiedad.
Evita el alcohol, o beber con moderación
Es muy común que la gente beba cuando se siente nerviosa. Algunas personas llaman al alcohol “valor holandés”, pero las secuelas del alcohol pueden hacer que te sientas aún más asustado o ansioso.
¿Cómo sé si necesito ayuda?
Habla con una psicóloga, con total confianza. Y si necesitas hablar conmigo llámame o contacta y te ayudaré.


Dependencia Emocional: Cómo perder el miedo a estar solo
El miedo a estar solo es un fenómeno psicológico sorprendentemente común. El dependiente emocional se caracteriza por un marcado déficit en la autoestima, un pobre autoconcepto y desvalorización; la creencia de no valer lo suficiente, de que el otro significativo es mejor y más confiable, por lo cual tiende a idealizarlo y a buscar en él/ella valía, apoyo y seguridad; intensa ansiedad de separación y miedo a estar solo; y sumisión patológica —que llega al extremo de aceptar desprecio, humillación y maltrato para evitar ser abandonado—.
Dependencia Emocional. La soledad, o siendo más concretos, la soledad que va acompañada de un sentimiento de desamparo causa debilidad en el sistema inmunitario. Algo que a su vez permite que la presión arterial se eleve, propiciando que el nivel de hormonas relacionadas con el estrés aumente. Las consecuencias físicas pueden extenderse y propiciar la aparición de obesidad excesiva, de una drogadicción, de alteraciones en la calidad del sueño e incluso estimular el crecimiento determinados.
- Búsqueda continua de relaciones de pareja, planteándose la vida siempre al lado de alguien.
- Necesidad excesiva de la pareja, que deriva en contactos muy frecuentes y a veces inapropiados. (Llamadas telefónicas continuas mientras la pareja está en una reunión de trabajo), y que no se debe a dificultades cotidianas. Toma de decisiones o asunción de responsabilidades.
- Elección frecuente de parejas egoístas, presuntuosas y hostiles, a las que se idealiza con sobrevaloraciones constantes de sus cualidades o de su persona en general.
- Subordinación a la pareja como medio de congraciarse con ella, que facilita el desequilibrio entre ambos miembros de la relación.
- Prioridad de la relación de pareja sobre cualquier otra cosa. Que puede ocasionar una desatención prolongada de aspectos importantes del sujeto como su familia, su trabajo o sus propias necesidades.
- Miedo atroz a la ruptura de la pareja aunque la relación sea desastrosa, con intentos frenéticos de reanudarla si finalmente se rompe.
- Autoestima muy baja, con menosprecio de las cualidades personales o minusvaloración global del sujeto como persona.
- Miedo e intolerancia a la soledad.
- Necesidad excesiva de agradar a las personas, con preocupaciones continuas sobre la propia apariencia física o sobre la impresión que ha generado en ellas.
Es por eso que si alguna vez te has planteado la idea de “tengo miedo a estar solo aunque tenga a gente que me quiere”, debes saber que tu caso no es completamente excepcional; mucha gente se siente de una manera muy parecida.
En este caso, en la Dependencia Emocional veremos cómo perder el miedo a estar solo y superar este temor a través de hábitos nuevos que podemos introducir poco a poco en nuestro día a día.
¿Qué es el miedo a estar solo?
Dicho de una manera resumida, el miedo a estar solo se basa en una serie de pensamientos negativos acerca del que podría ser su futuro, el cual es caracterizado por el aislamiento y la falta de conexión emocional con personas significativas para uno mismo.
Así pues, las personas que presentan esta clase de temor se obsesionan con la hipótesis de que están o podrían llegar a estar totalmente desamparadas y sin la capacidad de contar con la compañía, afecto y comprensión de alguien.
Señales que delatan esta forma de temor
Algunos de los signos de alerta de que una persona sufre por el miedo a estar solo son los siguientes.
Necesidad de buscar contacto humano y tentar a la suerte
Las personas que le temen a la posibilidad de quedarse solas tienden a intentar estar en cuantos más eventos sociales mejor, aunque en realidad no les interese lo que se ofrece en ellos más allá de estar en contacto con otras personas.El motivo es que se intenta conocer a gente nueva, para ver si llega alguien con quien puedan conectar (ya sea en el ámbito de la pareja o en el de las amistades).
Tienen una visión pragmática de las relaciones
Quien no quiere quedarse solo, principalmente busca estar con personas a cuyo lado se puedan pasar muchos momentos ya sea por coincidencia de intereses o por el hecho de tener una personalidad parecida. La idea es ir a lo pragmático y establecer relaciones que ofrezcan perspectivas de estabilidad en el futuro, independientemente de si existe un genuino interés por esa persona más allá de lo que sabe hacer y lo que le gusta hacer. Idea de que la familia no cuentaMuchas veces, las personas con miedo a estar solas no valoran el hecho de tener familiares que las quieran y se interesen por su bienestar.
Esto es así, normalmente, porque consideran (erróneamente) que esos familiares están a su lado sin haberlo elegido. Simplemente porque los lazos propios de la familia las han inducido a quererlas de manera prácticamente incondicional.
Como si todo el mundo fuese libre de hacer lo que quisiera menos los padres, madres, abuelos y abuelas, tíos y tías, que están obligados a querer a quienes comparten su sangre.
Búsqueda de validación externa
Por lo que hemos visto, en la mayoría de los casos quien tiene miedo de estar solo teme ser juzgada negativamente por los demás, lo cual hace a su vez que muchas veces delante de los demás no se exprese tal y como es. Esto último, a su vez, hace que se sienta más aislada y con una mayor necesidad de establecer relaciones significativas.¿Se puede superar el miedo a estar solo?
Ahora bien, una pregunta viene a la cabeza. ¿Se puede superar el miedo a estar solo? Rotundamente, sí. Sin embargo, no es un proceso fácil y requiere de mucho esfuerzo. Tanto es así que en ocasiones puede hacer falta de ayuda profesional, especialmente con problemas de soledad crónica.¿Qué hacer para superar la Dependencia Emocional?
Sigue estos consejos para combatir el miedo a estar solo y no dejar que determina la manera en la que te relacionas con los demás.- Elige calidad y no cantidad
En vez de asistir constantemente a eventos que no te dicen nada, empieza a ir a aquellos que tienen algo genuino que ofrecerte. Dejar de preocuparte por tu número de interacciones con personas relativamente desconocidas hará que tu vida social se vuelva mucho más fluida y espontánea. - Deja de juzgar y de juzgarte
Existen muchos estigmas que dañan mucha la calidad de las relaciones sociales y nos mantienen aislados de personas que podrían ser importantes en nuestras vidas. Si las descubriésemos.
Por eso, no te cortes a la hora de plantear planes a quienes realmente te interesan. Incluso si esos vínculos fuera de los círculos sociales en los que sueles moverte podrían valerte críticas. El criterio de alguien a quien no le parezca bien que vayas con quienes te interesan realmente no debería ser relevante para ti.
Además, para conseguir que esta recomendación tenga efecto deberías ser la primera persona en dejar de juzgar a los demás por cualquier excusa. Ya que de ese modo madurarás hasta el punto de que el hecho de que te critiquen por determinadas cosas te parecerá ridículo.
- Desmitifica el rechazo
El rechazo es simplemente eso, la falta de interés por tener determinado tipo de relación contigo. No significa ni que la otra persona te odie, ni que no le intereses en absoluto. Ni que existan motivos por los que su criterio acerca de lo que eres sea acertado o más relevante que el de otras personas a las que les importas mucho. - Aprende a amar la soledad
No hay absolutamente nada malo en estar solo, sin personas alrededor. Estos momentos pueden ser aprovechados de muchas maneras. Disponemos de una mayor capacidad para elegir qué hacer, ya que no dependemos de las intenciones y preferencias de otro.
Así pues, dedica ese tiempo a leer, a meditar, a hacer ejercicio o a cualquiera de los cientos de actividades cuyos beneficios se extenderán más allá de ese momento y lugar. Te harán ganar experiencia en algo en lo que te guste progresar.
En definitiva, para superar el miedo a estar solo, sirve tanto amar la soledad como dejar de obsesionarse con no permanecer en soledad.
Si necesitas hablar de este tema y crees que puedo ayudarte, no dudes en contactar conmigo.
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Cómo superar y luchar contra la depresión y la ansiedad
La persona con depresión puede ocultar sus sentimientos y ponerse una máscara para no mostrar a los demás cómo se encuentra en realidad.
¿Cómo detectar la depresión?
Muchas personas creen que la depresión es simplemente un sentimiento de tristeza más grande de lo habitual o un estado de descontento y frustración. Sin embargo, se trata de un trastorno del estado de ánimo que requiere de ayuda profesional. Mucha voluntad por parte de la persona afectada para salir adelante. De ahí, que saber detectar la depresión sea fundamental.
La depresión es una de las principales causas de discapacidad psicológica a día de hoy según la OMS (Organización Mundial de la Salud). Se trata de un trastorno que no surge de un día para otro, sino que va aconteciendo poco a poco. Hasta atrapar a la persona en un estado de indefensión, pesimismo e incapacidad de actuar. Además, sigue siendo una de los trastornos de salud mental más estigmatizados e incomprendidos.
Debemos sumarle que más de un 50% de las personas que padecen depresión no reciben tratamiento o si lo tienen no es el más adecuado.
De ahí que exista un gran número de personas a la deriva, sumidas en un profundo estado de inactividad, sin saber qué hacer ni cómo actuar. Cuando su mundo parece estar derruido.
La detección temprana de la depresión facilita tanto el enfoque terapéutico como una más rápida mejoría de la persona afectada. Es por tanto esencial aprender a identificar cuáles son los síntomas que pueden estar indicando la presencia de la depresión. Profundicemos.
Detectar la depresión de forma adecuada facilitará la aplicación del enfoque terapéutico.
Detectar la depresión: síntomas principales
La depresión no es estar triste, melancólico o de bajón, tampoco es síntoma de debilidad, ni cuestión de mujeres ni de adultos. Este trastorno psicológico se puede presentar de muchas formas, al igual que cada persona puede experimentarlo de una manera diferente.
Es una realidad psicológica muy compleja que afecta a casi cualquier aspecto de nuestro organismo, desde los procesos cognitivos hasta el sistema inmunitario o digestivo. A continuación señalamos los síntomas más característicos para ayudar a detectar la depresión:
- Cognitivos: pérdidas de memoria, problemas de concentración, rumiación, distorsiones cognitivas, sensación de niebla mental y en los casos más graves, pensamientos suicidas.
- Emocionales: tristeza, irritación, sentimientos de decepción, culpa, sensación de no ser comprendido por los demás o malhumor.
- Conductuales: dificultad para llevar a cabo cualquier tarea o actividad que implique responsabilidad, desinterés por socializar, hipoactividad o hiperactividad, entre otros.
- Físicos: dolor muscular, cefaleas, dificultades para dormir, aumento o bajada de peso, agotamiento, problemas intestinales, etc.
Esto no quiere decir que si se tienen uno o varios de estos síntomas se tenga depresión, ya que hay que tener en cuenta otros tipos de variables y aspectos. Solo un profesional especializado podrá realizar un diagnóstico adecuado. Además, hay que tener en cuenta que todos atravesamos en algún momento de nuestras vidas etapas de desgana o tristeza. De ahí que acudir a un buen profesional sea tan importante.
Cómo detectar la depresión
La depresión es una enfermedad incomprendida. Hay quien la trivializa, quien la asocia a cobardía o debilidad o quien simplemente la reduce a un sentimiento de tristeza. A muchas personas les cuesta ponerse en el lugar de una persona que padece depresión
Así, con el objetivo de que la conozcáis y podáis comprender un poco más cuáles son los engranajes que la conforman. A continuación explicaremos cuáles son algunas de sus señales más evidentes y que, en ocasiones, suelen pasar desapercibidas.
- Detectar la depresión: el disfraz de la exigencia
Hay personas que tienden a creer que deben hacer las cosas lo mejor posible, incluso lo creen tanto que pueden llegar a límites insospechados. El problema es que esta tendencia también conlleva una gran carga de frustración.
La exigencia y el perfeccionismo son un arma de doble filo que pueden estar ocultando una baja autoestima y tras ello, una depresión. El hecho de querer hacer todo perfecto puede estar sujeto a la obtención de la aprobación de los demás. Para después conseguir aceptarse a uno mismo.
Una mentalidad que no permite errores en el fondo es un juez castigador que critica y culpa cada vez que no se consigue lo que se espera. De hecho, el perfeccionismo conlleva no solo la posibilidad de frustración sino también la experimentación de elevadas dosis de ansiedad. Un cóctel peligroso que puede acabar derivando en problemas de salud tanto físicos como psicológicos.
Así, el peso de la exigencia junto a la frustración y la ansiedad pueden minar la autoestima y de esta forma atrapar a la persona en una cárcel psicológica. De desgana, pesimismo e inactividad conocida como depresión.
- Actuar como si no pasara nada
Estar deprimido puede significar quedarse en casa sin querer salir, pero también ponerse una máscara para camuflar el malestar y demostrar, a su vez, que se está bien y que se puede con todo. De hecho, existen un gran número de personas que prefieren ocultar cómo se encuentran sin saber que al hacerlo intensifican más su estado.
En estos casos es más difícil detectar el problema, ya que la persona actúa como si no le sucediese nada, incluso puede llegar a ser el alma de una fiesta o reírse a carcajadas. Sin embargo, si la observamos bien, podremos identificar algunos pequeños comportamientos delatores de esa tristeza silenciada.
- No tener ganas de hacer nada
La pérdida de interés por participar en actividades o realizar cosas que antes resultaban interesantes y placenteras es una señal que no debe pasarse por alto. Nos referimos por ejemplo al rechazo a hacer deporte, leer o escuchar música por parte de una persona que disfrutaba realizando ese tipo de actividades.
Esta incapacidad de sentir satisfacción es conocida como anhedonia y suele ir acompañada por una profunda apatía. La presencia de ambas suele ser clave para detectar la depresión.
- La presencia de traumas del pasado
Cada uno de nosotros suele soportar el peso de esa mochila emocional que llevamos a cuestas. Se trata de las cadenas que nos atan al pasado, a esas situaciones que no supimos elaborar y decidimos parchear de alguna forma para continuar. El problema es que así no solucionamos nada.
Las heridas emocionales nos recuerdan que aún tenemos grietas por las que aflora el sufrimiento, vacíos que nos atormentan y que nos impiden avanzar hacia el bienestar. Por lo tanto, si no se curan, si no las sanamos, siempre habrá posibilidades para que aparezca un profundo malestar y en ocasiones, la depresión.
- Saber guardar bien tus sentimientos
Hay personas que son expertas en camuflar sus sentimientos tras una máscara de felicidad y alegría. Otras incluso podemos referirnos a ellas como emocionalmente inaccesibles. La cuestión es que, tanto para unas como para otras, no les es fácil compartir sus experiencias emocionales con los demás y si lo hacen. Siempre es bajo la apariencia de un falso bienestar.
A veces, este intento de “estar bien”, “no tener problemas” o “ser feliz”. Es una especie de maquillaje para camuflar una depresión y ofrecer a los demás una imagen de que se puede con todo. De algún modo, este aspecto está muy ligado con la exigencia y el perfeccionismo.
Un dato curioso relacionado con las emociones que aportó una investigación. Es que las personas con depresión suelen tener grandes dificultades para imaginar el mundo emocional de las personas que no padecen este trastorno. Por su parte, estos últimos sí que podían hacerlo en relación a las personas deprimidas.
- Aparecen los hábitos “anormales”
Dejar de comer o ingerir alimentos en exceso también puede ser un signo que ayude a detectar la depresión. Existe un vínculo fuerte entre la ansiedad por la comida y la tristeza o la baja autoestima.
Otro de los hábitos que pueden cambiar son los relacionados con el sueño. Es normal que aparezcan insomnio o pesadillas. Incluso hay personas que pueden inclinarse por fumar, beber alcohol o ingerir otro tipo de sustancias. Todos estos cambios pueden tener una razón: intentar dar un poco de placer a la vida.
El problema es que la mayoría de las veces este tipo de conductas son soluciones rápidas para negar un vacío. O un profundo estado de insatisfacción que a la larga no hacen más que perpetuarlo en el tiempo.
Como vemos, la depresión es un trastorno que no debemos pasar por alto, ya que puede tener graves consecuencias. Lo recomendable es acudir a un psicólogo o psiquiatra para que pueda detectar la depresión de forma adecuada y para que junto a él. La persona pueda ir gestionando poco a poco sus conflictos emocionales y aliviar el profundo malestar que sientas.
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¿Cómo detectar la depresión y la ansiedad a tiempo?
La depresión es más que tan solo sentirse triste o tener un mal día. Cuando la tristeza dura bastante tiempo e interfiere con las actividades normales diarias, usted podría estar deprimido. Los síntomas de la depresión incluyen:
- Sentirse triste o ansioso con frecuencia o todo el tiempo.
- No querer realizar actividades que antes eran divertidas.
- Sentirse irritable, frustrado con facilidad o intranquilo.
- Tener dificultad para dormirse o seguir durmiendo.
- Levantarse muy temprano o dormir demasiado.
- Comer más o menos de lo usual o no tener apetito.
- Tener malestar, dolores, dolores de cabeza o problemas estomacales que no se mejoran con tratamiento.
- Tener dificultad para concentrarse, recordar detalles o tomar decisiones.
- Sentirse cansado, aun después de dormir bien.
- Sentirte culpable, que no vale nada o desamparado.
- Pensar en el suicidio o en hacerse daño.
- Esto es especialmente importante si sus síntomas empeoran o están afectando sus actividades diarias.
¿Qué causa la depresión?
La causa exacta de la depresión se desconoce. Puede ser causada por una combinación de factores genéticos, biológicos, ambientales y sicológicos, y además todas las personas somos diferentes, pero los siguientes factores pueden aumentar la probabilidad de que una persona se deprima:
- Haber sufrido eventos traumáticos o estresantes, como el abuso físico o sexual, la muerte de un ser querido o problemas financieros.
- Pasar por un cambio significante en la vida, aunque haya sido planeado.
- Tener un problema médico, como cáncer, accidente cerebrovascular o dolor crónico-
- Tomar ciertos medicamentos. Hable con su médico si tiene preguntas sobre si sus medicamentos lo pueden estar deprimiendo.
- Consumo de alcohol o drogas.
¿A quiénes les puede aparecer la depresión?
En general, cerca de 1 de cada 6 adultos tendrá depresión en algún momento de su vida. Cualquier persona se puede deprimir, y la depresión puede ocurrir a cualquier edad y en cualquier tipo de persona.
Muchas personas que tienen depresión también tienen otras afecciones mentales. Los trastornos de ansiedad con frecuencia van de la mano de la depresión. Las personas con trastornos de ansiedad enfrentan sentimientos intensos e incontrolables de ansiedad, temor, preocupación o pánico. Estos sentimientos pueden interferir con las actividades diarias y pueden durar por bastante tiempo.
¿Cuáles son los tratamientos para la depresión?2>
Hay muchos tratamientos útiles para la depresión. Un buen tratamiento para la depresión ayudar reducir los síntomas y acortar la duración de la depresión. El tratamiento puede incluir recibir terapia o tomar medicamentos.
La mayoría de las terapias duran poco tiempo y se concentran en los pensamientos, sentimientos y problemas que la persona está teniendo en su vida. En algunos casos, entender su pasado puede ayudar, pero encontrar formas de manejar lo que está pasando ahora en su vida puede ayudarlo a enfrentar y prepararse para los retos en el futuro.
En la terapia, trabajarás con tu psicóloga o terapeuta para aprender habilidades que lo ayudarán a enfrentar la vida, cambiar conductas que están causándole problemas y encontrar soluciones. No seas tímido ni sientas pena de hablar abierta y honestamente acerca de sus sentimientos y preocupaciones. Esta es una parte importante de sentirse mejor.Algunas metas comunes de la terapia incluyen las siguientes:
- Mejorar la salud.
- Dejar de fumar, y de consumir drogas y alcohol.
- Sobreponerse a los miedos e inseguridades.
- Manejar el estrés.
- Entender los eventos dolorosos pasados.
- Identificar cosas que empeoran la depresión.
- Mejorar las relaciones con familiares y amigos.
- Entender por qué algo le molesta y crear un plan para hacerle frente.